—¿Se puede saber qué haces?¿Te pasa algo?
—Quiero invitarte a algo.
—¿Invitarme? ¿Acorralarme en el baño y encerrarme aquí es una invitación? ¡Venga, apártate y déjame salir!
—Soy cliente de este local. No seas estúpida conmigo, solo quiero que te sientas bien.
—¿Pero tú eres gilipollas? ¡Haz el favor de apartarte de la puerta!
Olivia era camarera y la encargada de la barra en la terraza, su trabajo consistía en manejar el cambio, controlar el dinero de las cajas, organizar los espectáculos cuando había "gogós" y la difícil tarea de procurar que siempre hubiera un ambiente distendido, estaba acostumbrada a lidiar con clientes "difíciles", pero aquella noche todo se salió de control.
Álvaro, es el jefe de seguridad, su “guardaespaldas preferido”, al entrar por las noches, ella siempre le ofrecía una sonrisa cómplice, que el correspondía con una mueca de asentimiento, su sola presencia le daba seguridad, cerca de dos metros de músculos bien proporcionados, cabeza afeitada y unas facciones muy duras, pero lo que mas le gustaba es que bajo su tosca mirada flotaba una promesa silenciosa:
“No te preocupes, estoy aquí”.
Aquella noche, aprovechó un momento en el que Álvaro atendía una llamada para ir al baño, mientras se lavaba las manos, un cliente habitual, un hombre tan grande como desagradable, irrumpió en el baño de mujeres, Olivia lo conocía de vista, noche tras noche, él insistía en que algún día sería suya.
Antes de que pudiera reaccionar, la levantó como si no pesara nada y la empujó dentro de uno de los cubículos.
—¡Escúchame bien! Estate calladita si no quieres que me enfade contigo.
Bramó, Olivia le sostuvo la mirada con desprecio.
—Me importa un bledo que te enfades, déjame salir ahora mismo, de esta forma no tenemos nada de qué hablar, si quieres fuera en la sala hablamos lo que quieras.
—¡Que te calles de una puta vez!
Se interpuso entre ella y la puerta, el miedo empezó a invadirla pero no podía dejar que la paralizara. Analizó rápidamente sus opciones, el volumen de la música, apagaría sus gritos de auxilio:
Forcejear sería inútil contra un tipo de su tamaño, necesitaba ganar tiempo como fuese, mantener la calma y esperar una oportunidad.
Él sacó una pequeña bolsa de cocaína de su bolsillo, la abrió con parsimonia y comenzó a preparar dos líneas sobre la tapa del inodoro. Sonrió maliciosamente y pasó su tarjeta de crédito por los labios de Olivia, ella apartó la cara demasiado tarde, sintió el amargor del polvo impregnando su boca.
—Me gusta mucho tu lengua pequeña…
Le susurró al oído, con un aliento que apestaba a alcohol, enrolló un billete de cincuenta euros y se lo tendió.
—Toma, esnifa. Es muy buena.
—Ya sabes que no me drogo. No quiero.
—Alguna vez tendrás que probarlo. ¡No seas niña!.
—¡Por favor, no quiero meterme esa mierda!
Se le quebró la voz, con lágrimas en los ojos.
—¡Ya me has cansado!
Rugió él con su paciencia agotada
—Estoy harto de ser bueno contigo. ¿Crees que alguien te va a tratar mejor que yo? Cuando quiero a una mujer, la consigo y punto, de modo que ponte el billete en la nariz y esnifa.
Olivia tragó saliva, su cuerpo temblaba de rabia y miedo entonces recordó el busca colgado de su minifalda, el que la mantenía en contacto con Álvaro. Tenía tres botones: uno para llamarlo, otro para hablarle y el tercero… el botón silencioso del pánico solo para emergencias.
Inspiró hondo y levantó la mirada, debía ganar tiempo como fuera. Con un esfuerzo sobrehumano, forzó una sonrisa le temblaba todo el cuerpo.
—Lo siento mucho.
Susurró.
—He sido una desagradecida.
Le acarició la cara con fingida ternura y lo besó, se obligó a ignorar la repulsión que sentía, a dejar que su lengua recorriera sus labios con suavidad, su agresor rio satisfecho, tan entretenido que no notó cómo Olivia apretaba el botón de emergencia.
Luego, cogió el billete con fingida disposición, se arrodilló frente a la tapa del retrete y aspiró la línea de cocaína, sintió un ardor desgarrador en la garganta, una arcada le subió desde el estómago. Al levantar la vista, vio que él se había bajado los pantalones. Su miembro erecto delante de su cara la hizo entrar en pánico, un mareo la envolvió.
—Tranquilo…
Susurró con un hilo de voz.
—Métete tu raya. Tenemos toda la noche…
Él sonrió, convencido de su sumisión. Se inclinó sobre la taza, y en ese instante, una voz grave retumbó en los lavabos.
—¿Olivia?
El corazón de ella explotó en el pecho.
—¡Estoy aquí!
—¡Cállate, puta del demonio!
El agresor la abofeteó con furia, otro golpe la derribó. Sintió su mejilla arder y un fuerte pitido en los oídos. Un estruendo sacudió el baño. La puerta reventó y cayó sobre su atacante.
La luz del pasillo la cegó un instante, luego la silueta de Álvaro llenó el umbral, nunca lo había visto así, su mandíbula apretada, los puños cerrados, la rabia vibrando en cada músculo.
Él se abalanzó sobre el agresor y le propinó una patada en el estómago, el hombre gimió y se dobló sobre sí mismo, incapaz de moverse, en aquel instante Olivia sintió que las fuerzas la abandonaban pero antes de caer, unos brazos la sostuvieron en volandas.
—Mi pequeña… Ya ha pasado todo. No quiero verte llorar más.
La abrazó con fuerza, como si así pudiera borrar lo que había sucedido. Sus ojos oscuros brillaban con algo que parecía… una lágrima.
La dejó con suavidad en un cubículo cercano y cerró la puerta.
—Quédate aquí. No te muevas.
Sacó su interfono y habló con un tono que ninguno de sus compañeros le había escuchado usar antes.
—¡Venid al baño de la terraza. Ahora!
Su voz era un trueno contenido, luego, se volvió hacia el agresor, que seguía tendido en el suelo, su pecho oscilaba para respirar con dificultad.
Álvaro se acercó y lo tomó del cuello de la camisa, levantándolo como si no pesara nada. Su voz, más grave y potente que nunca, retumbó en las paredes del baño.
—¿La has drogado?
El hombre no alcanzó a responder antes de recibir un puñetazo seco en el rostro.
—¡Dímelo, hijo de puta! ¿La has drogado?
Cada palabra venía acompañada de un golpe, cada golpe, de un gruñido ahogado.
—Ahora vas a saber lo que es estar drogado
Susurró Álvaro con una frialdad aterradora, mientras sus compañeros llegaban.
Olivia cerró los ojos, solo quería olvidar, quería que todo terminara.
Pero algo le decía que Álvaro no iba a permitir que el agresor lo olvidara jamás.
4 Asuntos :
Pues vete a saber,con la de palos, espera que no le dejara lelo.
Salud
Eso espero !!
Un abrazo sincero.
Hola, Clip, un placer volver a leerte, gracias por visitarme.
Un abrazo.
Que história intensa! A tensão foi construída de forma tão real que parecia que eu estava lá, vivendo cada momento ao lado da Olivia. Impressionante como ela conseguiu manter a cabeça fria diante de tanto horror. E Álvaro… que personagem!
A força, a proteção e a fúria justa dele foram exatamente o que a situação exigia.
Um texto que prende, que mexe com a gente, e que mostra a coragem de quem, mesmo com medo, escolhe lutar.
BOM FINAL DE SEMANA
ABRAÇOS
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