Aquel día de verano tuvo la ocurrencia de consultar en el parque al 'canario de la suerte', simplemente se dejó llevar pués no creía en absoluto en esas patrañas pero le pareció divertido.
El alegre pájaro obsequió a cada uno de sus amigos con un dulce canto y con la patita atrapaba un cartoncito con un verso sobre el amor, el trabajo, el destino, la salud, todos sonreían siguiendo el juego y fantaseando sobre su buena fortuna. Cuando llegó su turno el canario enmudeció, se limitó a entregarle el cartón que le corresponía.
Enmudeció, la sangre por un instante dejó de circular por sus venas y su cara palideció de repente. Sus amigos se burlaron y empezaron a conjeturar con posibles desgracias.
Esa situación no podía ser, algo andaba mal, los dueños de estos pájaros cantarines, procuran que siempre haya mensajes felices pues en caso contrario la gente los ignora. Definitivamente algo andaba mal, pasadas unas horas su mente le atormentaba y decidió regresar a consultar al pájaro pero esta vez solo.
Tampoco cantó, pero le entregó el mismo terrorifico mensaje.
El hombre se sintió humillado por aquella criatura tan dulce con algunos y tan cruel con él, presa del pánico y la desesperación tomó la pequeña jaula del ave y la batió con fuerza no fuera que aquella criatura se estuviese burlando de él. El pájaro murió del susto y la jaula cayó al suelo.
El dueño del canario estaba fuera de sus cabales, ver a aquel tipo ensañándose con su pobre canario, sin pensarlo le hundió en el pecho los barrotes de la jaula destrozada.
A Ramiro le encantaba pasear por esa cala escondida entre las rocas.