jueves, 14 de noviembre de 2019

Todo empezó en una tarde estival, el destino quiso que entrara en una desvencijada tienda de antigüedades, enseguida me sentí invadido por los penetrantes olores a disolventes, aguarrás, barnices y viejas pinturas, se respiraba una atmósfera especial a antiguo, que iba anulando el pensamiento, haciéndole retroceder cien años, los muebles de madera, espejos enmarcados en floridos marcos de forja oxidada, parecían protegerme de historias ancestrales, de repente apareció aquél lienzo misterioso, una tela recubierta totalmente por una pintura de color ocre, un pintor avergonzado de su obra en lugar de destruirla, la cubrió para no verla mas, fui invadido por la curiosidad, quizás la magia de rescatar una escena oculta y tapada rápida y burdamente, el caso es que compré un antiguo reloj y conseguí que me regalara la tela puesto que me avergonzaba pujar por ella, no quería dar explicaciones de mi turbia imaginación .....

Estaba fascinado, al llegar a casa apliqué cuidadosamente agua y jabón, pero bajo cada capa de color oscuro aparecía otra, dejando entrever en el fondo una leve silueta de mujer, preservando una y otra vez sus formas, lo cual me reavivaba la curiosidad, puesto que la tela no tenía ningún valor me arriesgué con unos disolventes mas invasivos, el anticuario ya me había informado que se lo compró a un anciano peregrino que venía de muy lejos, estaba terriblemente intrigado pero la masa compacta de pintura negaba a mis ojos desvelar la escena que ocultaba, aunque yo cada vez estaba mas convencido que allí había algo siniestro.

Despues de muchos intentos y ver que estaba destrozando todo el soporte, di por finalizada la limpieza de modo que colgué el lienzo como si fuese un tapiz en forma ornamental en mi propia habitación, luego entré en un profundo sopor, los grises rayos de Luna y las sombras de la ventana iban dibujando sobre el lienzo la imagen de una hermosa mujer que sostenía unas manzanas entre sus pechos pero no podía distinguir su rostro a pesar de mis esfuerzos por ponerle rasgos.



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Eran las 10 de la mañana, como siempre abre la casa con su llave, parece que hasta los escalones saben lo que va a pasar, cuando sube los peldaños de la casa, para luego a ir a cambiarse por ropa de trabajo, mas ligera de acorde con las tareas domésticas para las que fue contratada.
En el piso superior ha visto cerrada la puerta del dormitorio del hombre que la contrató, deduce que aún está durmiendo.

Se quita sus ropas de calle y cubre su desnudez solo con un vestido tejano de color verde, se cubre el pecho con el peto, no lleva blusa, así ligera de ropa, puede soportar el calor y le permite trabajar con mas libertad, aunque dibuja unas caderas firmes y marca su estrecha cintura, pelirroja el pelo suelto sobre los hombros y su rostro se ve apenas entre las sombras. Sus ojos brillan en la tenue penumbra.

Ya está preparada, para empezar se dirige al jardín del fondo de la casa. Cada día antes de sus tareas se evade entre la vegetación, aspirando el aroma y tocando con suavidad las manzanas rojas que cuelgan de las ramas, a primera hora los colores están vivos, el sol reactiva los tonos, verdes y rojos, llenan su mirada y el perfume de la fruta madura su olfato, los ojos se transforman, brillan y su mente se activa.
Su semblante ahora se ha quedado sin sonrisa, muerde sus labios y su cara muestra un rictus de excitación extrema.

Recoge algunas manzanas, las más hermosas, no tiene cesto, abre su blusa y las coloca entre sus pechos, se siente presa de un gran poderío al colocar entre sus pechos aquellas esferas de tonos rojizos y calientes por el sol compitiendo con su piel.

Sube los siete peldaños que la conducirán a su habitación del dueño de la casa. Lleva las manzanas, apretadas a su cuerpo, se atusa el pelo, estira la falda. Hace un movimiento del cuerpo y se despoja totalmente del peto. Sus tetas firmes de pezones rosados, compiten duramente con la fruta, con el hombro empuja la puerta y penetra en la habitación dominada por la oscuridad. En el fondo del cuarto está la cama, y hacia allá se dirige con las manzanas sostenidas con las dos manos. Se escucha el respirar profundo del aquel hombre atrapado en su propio sueño, y ella se queda de pie ante la cama, en silencio mirándole tiernamente.
Repentinamente, la mujer las arroja sobre la cama, a su lado y lo toca suavemente. El hombre se mueve tratando de incorporarse. Cuando se sienta al borde de la cama, ve entre sombras a la mujer semidesnuda en el lienzo. Tiende las manos para atraerla hacia el lecho, pero la mujer le mira impávida desde su cárcel de tela.



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Con el sol la pintura se ha cuarteado y aparece en el cuadro una mujer como la de su propio sueño....En la cama hay espacidas 5 grandes manzanas al lado de su cara.

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