lunes, 24 de agosto de 2020

Era un juego fácil con que entretener las horas muertas, en que se veía sumergido, obligado a permanecer en las salas de espera de los aeropuertos. Era sencillo, se trata de sentarse cerca de cualquier persona elegida al azar y que también aguarda la salida del avión. Tan cerca como se permita observar todos los detalles de la vestimenta y tan lejos para no incomodar con la presencia, un equilibrio entre los dos mundos, análisis de accesorios, equipaje de mano que pudiese llevar consigo, periódico, noticias que lee, libros, todo está permitido, con estos ingredientes se confecciona un retrato robot de dicha persona y la historia presente que lo relaciona. Fragmentos de alguna conversación por el móvil son admitidos, a pesar de sólo disponer de la parte hablada del 'espiado', su volumen, tono, acento, dicción y la parte de lenguaje no verbal complementan la diagnosis final, con elementos adicionales con los que con una dosis de imaginación, queda inventado un personaje, con profesiones e incluso, estados anímicos, con un tanto de probabilidad de alejadamiento de la realidad, pero la escasa posibilidad de acierto.
Como estás haciendo tu amable lector con este pequeño fragmento introductorio, sobre el protagonista y cómo no con el autor.


Aquella mañana UNO se había fijado en un hombre de mediana edad, unos cincuenta o cincuenta y cinco años, algo calvo, con abundantes canas que había ocupado un asiento en el banco opuesto, casi enfrente suyo. El hombre vestía un traje color marrón y una camisa crema con corbata, iba bien perfumado, sus caros zapatos de piel eran asimismo marrones y aunque en conjunto su vestimenta parecía de calidad, el estado en que se hallaban las prendas denotaba un cierto descuido, como la persona que hubiese realizado un viaje de ida y vuelta en la misma jornada y no se hubiese podido cambiar en muchas horas, arrugas en los pantalones, la corbata no estaba bien anudada y en el borde del cuello de la camisa se adivinaban rastros de suciedad.
Se le notaba un tanto inquieto. Agitado. Leía absorto unos papeles que sacaba de un gran sobre blanco, cuyo membrete no alcanzaba a distinguir desde aquella distancia prudencial, los introdujo, una vez leídos, en una vieja cartera de piel, que mantenía abierta a su lado. En un momento determinado se echó  hacia atrás, recostando su espalda en el banco, cerró los ojos y suspiró largamente. Parecía meditar sobre el contenido de aquellos papeles, como si lo escrito en los mismos le hubiese dejado impactado.
En un momento dado abrió los ojos, como si despertase de un mal sueño y se le quedó mirando fijamente, UNO se sintió incómodo, como si hubiese sido descubierto en su secreta observación y apartó la vista, enfrascándose en la revista que tenía en sus manos. Le siguió observando a hurtadillas, mientras cambiaba de posición fingiendo buscar mejor iluminación para la lectura. Se disponía a continuar con el juego cuando anunciaron por la megafonía el embarque del vuelo. Se levantó sobresaltado y recogiendo su maletín se dirigió hacia la zona de salidas.
El teléfono portátil del hombre sonó en el momento en que UNO pasaba frente a el.

Hacía ya un buen rato que DOS se sentía observado por el desconocido que se sentaba frente a él. Comenzaba a incomodarle la actitud de aquel individuo, al que no recordaba haber visto jamás. La información que acababa de leer le había sumido en una gran agitación. Se daba cuenta de que, no por menos esperada, había quedado muy impresionado por la confirmación de sus sospechas. ¿De qué manera su futuro inmediato se vería alterado por el significado de los documentos que contenía aquel sobre y que guardaba celosamente en la cartera?
De pronto UNO se levantó y pasó junto a él.
El teléfono móvil de DOS sonó en ese momento y éste contestó a la llamada.
-¿Diga? ¡ Ah ! Eres tú, TRES. 
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-No. No estoy en la ciudad. Pero regreso hoy mismo. Esta noche. 
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Creo que lo mejor será que nos veamos mañana en la oficina. Yo también tengo que comunicarte algo importante. Hasta mañana. Buenas noches.
Se guardó distraídamente el teléfono en el bolsillo y tomando la cartera se dirigió cansinamente hacia la puerta de embarque de su vuelo, que hacía unos momentos habían anunciado.
Mientras entregaba su tarjeta, advirtió que el hombre que le observaba en la sala de espera se hallaba entre los pasajeros que compartirían su destino.

TRES colgó el teléfono y se reclinó en la butaca del despacho. Repasó mentalmente la breve conversación que había mantenido con DOS,  tratando de imaginarse cual sería el asunto de importancia que aquel le había anunciado tratarían al día siguiente. Las cosas en la empresa no funcionaban ni medianamente bien en los últimos tiempos y pensó que tendría algo que ver con el bache que atravesaban. No acababa de comprender bien aquel repentino viaje de su socio. Normalmente planeaban juntos los desplazamientos de cada uno para cubrir adecuadamente los asuntos de la oficina, pero, en aquella oportunidad, DOS había viajado a la capital sin advertirle y sin darle la más mínima explicación de los motivos del viaje.
En aquel momento llamaron a la puerta del despacho y su secretaria le anunció la visita de CUATRO, la esposa de DOS.
TRES rodeó la mesa y acudió a recibirla, en presencia aún de la empleada, que mantenía la puerta abierta. La saludó cortésmente tendiéndole la mano, que CUATRO estrechó. En cuanto quedaron solos, la mujer le abrazó y le besó apasionadamente.

-Por favor, CUATRO 
Dijo mientras la apartaba suavemente
-Debemos ser prudentes. Mi secretaria puede entrar en cualquier momento.
CUATRO se sentó nerviosamente en una de las butacas, mientras encendía un cigarrillo.
-Perdóname 
-Necesitaba verte. DOS ha desaparecido. Anoche no durmió en casa. 
-Tranquilízate. Acabo de hablar con él y regresa esta noche. También yo he estado preocupado, pero, al parecer,  ha debido efectuar una gestión importante en la capital. No me ha adelantado nada. Sólo que mañana nos encontraremos en el despacho para hablar del tema que, al parecer, es importante.
DOS y TRES  compartían aquella empresa. DOS, bastante mayor que éste, la había fundado unos años antes invirtiendo en ella todos sus conocimientos, su entusiasmo y casi todo el patrimonio de su mujer. TRES aportó su recién estrenado título y su ambición. Gracias al esfuerzo de DOS, el negocio floreció rapidamente aprovechándose de la favorable coyuntura y de las múltiples relaciones de TRES, que abrieron puertas infranqueables para su socio, que se dejó llevar hasta límites que rozaban la ilegalidad. El enriquecimiento fue cuestión de pocos años. La caída que se barruntaba podía ser cuestión de meses, incluso de días. Por aquellas fechas, además de las numerosas deudas, compartían también a CUATRO.
TRES necesitaba, aunque hastiado ya, continuar su relación con aquella hermosa mujer, aburrida y desencantada de su matrimonio, que le había permitido convertirse en socio de la empresa sin aportar ni un céntimo, gracias a la influencia de CUATRO sobre su marido.

CUATRO ignoraba por completo la situación económica por la que atravesaban, notaba que ni a DOS ni TRES les interesaba que ella conociese la misma pero ella no comprendía el giro espectacular del negocio que había incrementado su nivel de vida y aparentemente su cuenta bancaria crecía con alegría. 
No le importaba sentirse ignorante pues su capital se incrementaba considerablemente, conocer a TRES un hombre joven e inteligente que la salvó de la monotonía y falta de pasión de DOS y por otra parte al hacer cosas prohibidas recuperaba su juventud. Pensaba que era imposible que DOS conociese su lío con TRES pero le daba miedo pensar en ello.

-Estoy más tranquila 
Dijo levantándose de la butaca y disponiéndose a salir
-Pero es que últimamente noto a DOS muy extraño y a veces pienso que sospecha algo de lo nuestro. Le besó suavemente en los labios
-¿Nos veremos mañana? 
-Por supuesto 
Respondió TRES tomándola del brazo y acompañándola hasta la puerta
-Donde siempre.

UNO había recibido un completo dossier con la información exacta  sobre el trabajo que debía efectuar. Así pues, conocía perfectamente que las personas que debía eliminar, se encontraban en aquel hotel, donde se veían regularmente todos los jueves por la tarde. Conocía, así mismo, el número de la habitación. El trabajo que habían realizado sus intermediarios era perfecto. Así daba gusto. Trabajos limpios y sin complicaciones. Sin sobresaltos inútiles.
Con un maletín en la mano, cruzó decididamente el "hall" y se dirigió hacia los ascensores, consciente de que no llamaría la atención, confundido entre las numerosas personas que, a aquellas horas, poblaban el establecimiento. Solo en el ascensor y mientras subía, extrajo de su portafolios aquella sofisticada pistola desmontable y ligera que había adquirido unos años antes y que nunca le había fallado. Ajustó a la misma el silenciador y la ocultó en el bolsillo de su abrigo. Saliendo del ascensor, comprobó que no había nadie en el pasillo. Frente a la habitación, sintió el tacto de la culata en la mano dentro del bolsillo, llamó suavemente.

-Servicio de habitaciones 
Anunció. 
-Un momento, por favor 
Respondió al cabo de unos segundos la voz de un hombre.
TRES abrió la puerta, envuelto en un albornoz blanco. El ruido del disparo, amortiguado por el potente silenciador, fué un chasquido apenas audible. Un pequeño orificio creciente de color carmín apareció en su frente y cayó de espaldas sobre la gruesa moqueta. UNO le puso la mano en el cuello, comprobó que no tenía latidos y escuchó atentamente. CUATRO apareció de pronto en la puerta del cuarto de baño, con una toalla alrededor de su cuerpo.
-¿Quién  era ....? 
La respuesta quedó incompleta.
El disparo la alcanzó en el corazón. Cayó al suelo con una ligera convulsión. La remató con un segundo disparo en la sien.
UNO comprobó que no había dejado huellas, desmontó el silenciador y guardó la pistola en el maletín. Al salir de la habitación colocó en la puerta el cartel de "no molestar". 
Trucos muy útiles para ganar algo de tiempo retrasando en lo posible el descubrimiento de los cuerpos y tomando de nuevo el ascensor, descendió directamente al garaje del hotel, donde horas antes había aparcado su vehículo de alquiler con nombre falso. Así le gustaban los trabajos: limpios y sin complicaciones, sus clientes sabían que era el mejor. Ahora solo le quedaba cobrar por su trabajo impecable y regresar a casa. Aquella misma noche.

DOS contemplaba la ciudad a través del amplio ventanal de su despacho. Con actitud sombría repasaba mentalmente los últimos acontecimientos. La tumultuosa entrevista que se había producido horas antes en aquella misma habitación. No dejó apenas opción a que TRES intentase explicarle las últimas operaciones que habían abocado a la empresa hacia una quiebra irremediable. Las múltiples irregularidades, los sobornos, los falsos documentos contables, puestos ahora al descubierto por alguno de sus más importantes clientes, no tenían justificación posible. Y luego estaba lo de CUATRO, su mujer. ¿Como habían podido traicionarle así?  Era el fin. De su empresa de su matrimonio y de su amistad. Que asco de vida. En unas horas todas sus ilusiones se habían venido abajo. Meditabundo, se sentó en su mesa y volvió a leer aquellos informes que había recibido en su viaje a la capital.
Su secretaria le anunció la visita que estaba esperando.

UNO entró en el despacho y al reconocer a DOS como el hombre al que había estado observando, víctima de su pasatiempo, en el aeropuerto, se estremeció vagamente. También DOS hizo un amago de reaccionar ante aquella curiosa coincidencia. Ninguno de los dos hizo mención al hecho de su fortuito encuentro.
-Bien 
Dijo DOS
-Si como me han confirmado, el trabajo ha sido realizado como se acordó con su intermediario, no me resta más que pagarle. 
Depositó sobre la mesa un grueso sobre repleto de billetes.
-Le ruego que lo cuente.
En silencio UNO contó los billetes y al finalizar se dirigió por primera vez a DOS.
-Es más de lo acordado 
-La cantidad que sobra servirá para pagar el resto del encargo 
Contestó DOS
-Esta última parte es una petición mía directa
UNO arqueó las cejas
-Acaban de diagnosticarme una enfermedad incurable y me han confirmado unos pocos meses de vida. Días sólo antes de que aparezcan los dolores. Sinceramente prefiero una bala a la morfina. Le miró fijamente a los ojos
-Acaba de demostrarme que usted es un profesional excelente. Sé que me ayudará 
Y le tendió la mano.
UNO  dudó unos instantes, mantuvo la mirada y finalmente estrechó la mano que se le tendía.
-Gracias 
Dijo DOS.
oooOOOooo

Era un juego fácil con que entretener las horas muertas, en que se veía sumergido, obligado a permanecer en las salas de espera de los aeropuertos. Era sencillo, se trata de sentarse cerca de cualquier persona elegida al azar y que también aguarda la salida del avión...

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