En aquel ilustre despacho de abogados situado en el centro de la ciudad, trabajaba como administrativa una joven casada con el director, un hombre de grandes riquezas y costumbres hurañas que había contraído nupcias en plena madurez cuando su pelo se había tornado blanco como la nieve, ella afamada por su brillante y nívea piel, por cabellos dorados que reflejaban la luz recordando al sol claro del amanecer y por un cuello de garza real terso y suave como la piel de un recién nacido.
Los celos de su marido eran tales que sin ella saberlo, en cada movimiento fuera del trabajo o de casa, dos hombres fornidos como torres amuralladas, la vigilaban constante y sigilosamente, dando buena cuenta de los lugares que frecuentaba y las personas con las que mantenía algún tipo de conversación, pero en aquellas salidas esporádicas propias de su trabajo como enviar correspondencia, un atractivo y joven cartero se quedó plenamente enamorado por la voz cristalina y la dulzura de la sonrisa de aquél mirlo blanco de cabellos de oro y piel pálida que destacaba entre sus encajes negros, toda ella con un porte lleno de gracia.
El caso es que la mente de dicho cartero ya no regía bien y en cada momento que podía se presentaba delante de tan majestuosa aparición, por no saber no sabía ni el nombre pero él era consciente que daría su vida por ella, así estuvo una temporada siguiéndola a distancia y esperándola a la salida de sus quehaceres diarios, pero como a menudo pasa en esta vida él era totalmente invisible, pues ella no le dedicaba ni una miserable mirada.
El caso es que el marido y jefe estaba perfectamente informado de la presencia de este furtivo admirador y bromeaba con sus mastines de presa sobre el caso omiso que la bella dama le dispensaba, era lógico despertar tal admiración por la belleza interior, que salía de su alma y el gusto exquisito que llevaba siempre en su vestimenta.
Al ver que no se fijaba en él, decidió hacerle un regalo, ella finalmente aceptó para no provocar un altercado a escasos metros de dónde trabajaba y por la inmensa belleza y valor del obsequio, unos pendientes de oro y esmeraldas, engarzados con excelente proporción y verdaderamente bellos, pero aún mas al relucir entre su cuello y su abundante áurea cabellera, los escondió entre sus joyas y le gustaba colocárselos cuando iba sola, pues le encantaban al cabo de un tiempo se los fue poniendo. Pero siguió ignorando al joven.
El marido estaba al tanto de todo y se sentía poderoso, ver como su mujer rechazaba a aquel joven realmente atractivo y de irresistible sonrisa. Ella mintió acerca de la procedencia de los pendientes para evitar la irritación de su esposo, le dijo que los había comprado, el también mintió pues había preguntado sabiendo la respuesta, pero la mentira de ella le sembró temibles dudas.
Como todo en esta vida, el joven fue trasladado a otra ciudad, con lo que de repente pareció que la tierra se lo tragase, dicho traslado lo había solicitado el mismo, pues no podía soportar la indiferencia de su amada a pesar de haberse gastado el sueldo de varios años en un hermoso obsequio, pensó con cordura:
'Ella no quiere y yo no puedo'. Un sueño doloroso pero inacabado.
Pasó un tiempo en el que los informes de los detectives eran negativos y el asunto de los pendientes se quedó en la mas absoluta nadedad pues la hermosa mujer de piel como pétalos de lirio, ya no era asediada, entonces la cólera del marido se desató por la insolencia de aquél joven que había deseado algo que solo era suyo, pero a esa furia se mezcló el terror cuando comprobó que ya no la rondaba como amante ni la esperaba a la salida del trabajo, ni le ofrecía mas obsequios. Estaba claro que habían descubierto que los seguían y ahora se veían a solas, a recaudo de miradas inquisidoras.
La observaba día y noche mientras ella se comportaba con neutralidad, disimulaba la muy traidora con profesionalidad, reía y se comportaba con tanta naturalidad que empezó a sospechar que tan estudiada indiferencia solo obedecía a encubrir alguna condenada intención.
Se exacerbaron los celos, rencor, vigilancia, dolor de su edad fea y encanecida y en la absoluta tranquilidad de su esposa sospechó astucia e hipocresía e inmediatamente le prohibió todo tipo de salidas fuera del edificio, destapó la identidad y función de aquellos detectives que no tan discretamente siempre la rondaban, se compró dos fieros mastines que libertaba entre las sombras de su jardín tapiado en su chalet de las afueras.
Era evidente que ellos tenían encuentros secretos que él no podía descifrar. Pero el odio acumulado hizo que la despidiera del trabajo y la confinase en su vivienda en las afueras con varios vigilantes.
Pese a tantas precauciones apenas dormía y en medio de la noche se incorporaba de un salto y asía con fuerza la muñeca de su angelical consorte despertándola de sus dulces sueños para rugir muy bajo pero con ansia:
-¡Di que me quieres sólo a mi! ...
Después se encaramaba al piso superior, de ventana en ventana, acechando como un halcón en busca de su presa, pero no conseguía verlo ni aquí ni en ningún sitio de la ciudad, ni en cines ni en bares.
Una noche después de cenar sacó un folio en blanco y un bolígrafo, se encaró con ella y le pidió que le escribiera una carta que era según él muy conveniente de escribir.....
Era tal habitual en ella la obediencia que sin otro reparo con sus dedos finos y mucha aplicación empezó a escribir, el le dictaba:
" Mi querido admirador secreto...."
En la siguiente frase arrojó el bolígrafo lejos y gritó por primera vez con aflicción:
-¿Para qué conviene que escriba cosas tan falsas?
Con furor el marido sacó una navaja y la blandió delante de la cara de ella acercándosela al cuello peligrosamente:
-¡O escribes lo que te mando o te corto el cuello aquí mismo!
Más blanca que la cera, estremecida su carne ante aquella hoja afilada y el descubrimiento de la crueldad escondida en el interior de su marido, con un terror supremo siguió escribiendo:
" Muy mal me habéis comprendido y muy mal pagáis el amor que te proceso y que nunca pude demostrarte claramente.
Aquí estoy ahora, ardiendo por verte y si tu deseo aún corre parejo al mío, podríamos aprovechar la ausencia de mi marido que está en viaje de negocios.
Ven esta noche, entra por la puerta del jardín junto al camino, pasa por el estanque hasta la terraza allí verás una escala apoyada en una ventana de la casa que es mi dormitorio, donde con ansia te espero para dedicarte una dulce acogida."
- Bien, ahora firma aquí abajo.
Así lo hizo y se quedó con las manos muertas en un espanto sin límites y la mirada perdida en la oscuridad, llorando desconsoladamente.
Aquél hombre joven apuesto y vigoroso, al que ella no hizo el menor caso, iba a entrar bruscamente en su vida llevado de la mano de su esposo.
¿Para qué? Entonces lo comprendió todo era una celada.
Un hombre iba a morir como un miserable por el único delito de haberla amado en secreto a ella, cosa de la cuál ella se enteraba ahora por el odio alimentado con villanía por unos celos impropios, que poco cauto había sido aquel joven regalándole aquellos maravillosos pendientes y amándola en silencio.
Estaba atónito, por la valija de correos le había llegado una carta, maldijo la frialdad de su amada al no mostrar el mas mínimo detalle para corresponder su amor, bendita ella que lo había amado desde el principio en que sus ojos se cruzaron, ahora por fin estarían juntos una noche, deseó que el día pasara rápido pero el sol seguía en su lentísima parábola, se afeitó con meticulosidad, se duchó, preparó sus mejores galas y esperó que la noche llegase, emprendió el camino tomando un autobús nocturno que le iba a dejar bastante cerca de la dirección del remite.
Llevaba tan buena ropa que durante el trayecto, un ladrón de poca monta se fijó en él, al bajar fue asaltado, amenazado con una navaja le robaron todo, dinero, ropa y carta.
De modo que ahí estaba semidesnudo plantado al lado de la parada en paños menores, lo que mas le dolió es que también le robaron la carta en donde figuraba la dirección.
Puesto que en la misiva se indicaba que el marido iba a ausentarse, el villano en cuestión pensó que era una ocasión idónea para dar un segundo golpe y de paso beneficiarse a una linda dama que le esperaría con los brazos abiertos, una noche redonda pensó.
Los acontecimientos se desarrollaron según lo previsto, excepto en que el delincuente acostumbrado a las peleas con navajas en defensa propia degolló al marido ofuscado, muriendo ambos en la reyerta y en que la mujer vio como al que mataban no lo había visto en su vida a pesar de portar una indumentaria muy parecida, pero no dijo nada afligida como estaba. Mas adelante comprendería que el azar había querido que se hubiese liberado de su cárcel.
Mientras a lo lejos un hombre en calzoncillos alzaba los brazos al cielo desesperado y se lamentaba de su suerte.
4 Asuntos :
Soy de las que creen que en la vida todo tiene un porqué y que nada es casualidad, aunque no podamos explicar con la razón todo lo que sucede... sólo es cuestión de tener paciencia y confiar que el tiempo ponga cada cosa y cada quien en su camino.
Me gustó muchísimo el relato... un beso.
La mayoría de las veces el mal rebota a uno mismo…en este caso, rebotó por partida doble :-p
Un placer leerte…
Bsoss!
Yo también creo que en la causalidad de las cosas, lo difícil es llegar a averiguarla, pero es camino que no me desagrada .
Gracias por tu visita Misthyka, un beso sin motivo.
Ginebra siempre en pensado en la vida como un círculo en el que recoges lo que siembras...en este caso hemos exagerado un poco ....pero bueno ya sabes que al escribir el límite lo pone la imaginación.......
Un placer que me leas y leerte yo a ti.
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