Nunca se supo si fue antes equilibrista o paciente de Parkinson, el caso es que le desaconsejaron muy seriamente los equilibrios entre cornisas, pero no es nuevo, antes de detectarle la enfermedad también le habían recomendado alejarse de las alturas.
Sus paseos por el alambre llenan de angustia a todos menos a él, los pasos parecen no seguros, ofreciendo siempre la sensación de vulnerabilidad, peligro, desasosiego. Ya desde el primer apoyo no se sabe si habrá un segundo, si resbalará o si el vacío será el destino secreto de sus paseos atmosféricos.
Indecisión revertida pero su pie descalzo siempre acaba en el alambre lo que permite al funámbulo seguir ejerciendo, sabiendo que cada metro implica molinillos de brazos, gestos innecesarios y falta de firmeza, dos por uno, un espectáculo con resbalones añadidos y lleno de incertezas pero con el placer añadido de permanecer suspendido en el aire después de mil aspavientos.
Todos los demás funámbulos no tienen apenas espectadores, el público le espera a él impaciente, su travesía es la mas vista y ovacionada como si los aplausos fueran un tercer apoyo que pudiera rectificar los resbalones, la empatía con los espectadores es total y al final las manos escuecen de tanto aplaudir.
Solo al final del show y cuando ya está sobre una plataforma segura, no se sabe si por la emoción se le doblan las piernas y se desmorona sobre si mismo.
Siempre se repite a una y otra vez que su tiempo de locura se ha acabado, pero el sabe que no....
Etiquetas: equilibrista , relato
3 Asuntos :
La locura tiene difícil cura... por suerte.
Espectacular la imagen.
Besos
Olivia
No, esta claro que no.
Bendita locura que calma otros males.
La esencia
aún en el filo de la paciencia
nos sostiene la existencia
{Porque}
Conspiran las coincidencias
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