Lo conocí por casualidad, buscaba trabajo y tenía los ojos llorosos, las administrativas de las empresas en donde presentaba sus curriculums, tenían serios problemas para abrir archivos, utilizar el Excel y manejarse con soltura entre las redes sociales, le fastidiaba la ineptitud de los que le rodeaban, su capacidad estaba muy por encima de los entrevistadores, dominaba como pocos la informática.
El caso es que me fascinó desde el primer momento su lectura de las situaciones, sabía sacar partido de todo, de modo que no le conté que yo ya tenía un buen trabajo y le acompañé a que encontrara el suyo, quizás yo podía aportar una visión mas terrenal.
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Quedamos en aquel lugar, cada uno con su vehículo, imposible encontrar aparcamiento de modo que nos metimos en un parking subterraneo, era interminable bajabamos planta trás planta, un coche detrás del otro, hasta que encontramos en las profundidades subterráneas un lugar para ambos.
Yo estaba perdido pero él me condujo a través de una serie de pasillos y puertas metálicas, por el interior del edificio, los sensores de alarma parpadeaban pero no acababan de dar la señal acústica, pasamos al lado de unos operarios que trabajaban distendidos y por fin nos encontramos con una puerta cerrada con un código que nos llevaba al exterior, no le costó ni dos minutos descifrarlo y abrir, era una parte de la ciudad entregada al juego y las luces, tragaperras y casinos por todas partes, una vez allí siguió con su tarea inacabable de buscar un empleo, eso si quejándose de la ineptitud manifiesta de los que debían contratarle, un bucle sin fin que ya empezaba a cansarme.
En un momento de despiste desapareció, respiré aliviado, pensé que ya lo había perdido para siempre pero apareció ahi sentado jugando a cartas entre 5 hombres, apostando unas fichas doradas, reían y perdían sin parar, se amontonaban las piezas en su lugar, ganaba una gran fortuna, pero esas fichas eran muy voluminosas por lo que tuvo que comprar un saco para meterlas todas, seguimos paseando mientras el llevaba el gran saco buscando un cajero para canjearlas.
No se como entramos en el parking de nuevo y otra vez el lío de puertas, como él aparentemente dominaba aquel endiablado laberinto me hice cargo yo del saco de monedas.
Fuimos abriendo y cerrando puertas hasta llegar a aquella interminable escalera de mano fijada a la pared, en cada escalón había un rectángulo con un color, al lado figuraba su código y su nombre, era como un inmenso catálogo en el que había que escoger subiendo por aquella maldita escalera de mano.
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Nada tenía sentido, estaba con aquella inmensa bolsa llena de monedas detrás de él en aquella maldita escalera de mano, encaramados entre dos pisos, hasta que se paró y paralizado se quedó mirándo aquella placa con aquel color plata, diferente a todos.
Se formó un atasco en la escalera de mano, los operarios que subían detrás nuestro, dejaron de estar en silencio y empezaron a protestar, pues no parecía que fuera a salir de su ensimismamiento, la amplitud de la bolsa de las monedas no permitía el paso.
- Por favor avanza, hay un atasco en la escalera
Dije, pero su rostro estraba perlado de gotas de sudor, llevaba un vestido femenino colgado del hombro y seguía paralizado mirando el color.
Desde arriba unas mujeres bien ataviadas, estaban buscando un color desde arriba, pero reían y disfrutaban de la escena, mientras bajaban por la escalera.
Mi abultada bolsa de monedas, impedían que nadie nos adelantase en aquella minúscula escalera, de modo que hice una señal para descender, aquella maldita bolsa aparte de incómoda pesaba lo suyo.
Él se aferraba crispando las manos a la escalera con su rostro enganchado a aquél color como si alguien al dejar de mirar pudiera quitarselo. Los operarios con grandes dificultades pasaron por encima de su cabeza y desaparecieron, entonces él siguió pegado, las mujeres también bajaron con gran dificultad, esquivando su cuerpo, una vez abajo el bajó lentamente, era obvio que todos mirabamos ese color.
- Podeís escoger cualquier otro color, es obvio que este color ya tiene dueño.
Pero claro despúés de aquello las chicas solo miraban la chapa con aquel plateado excepcional, entonces el bajó lentamente.
Una de ellas exclamó:
- Fijaros, pero si lleva una falda de volantes como la que me gusta a mi
El se levantó la falda y apareció una seductora falda de volantes y encajes blanco, que destacaban sobre unas piernas bronceadas y perfectas en unas caderas estrechas y un vientre plano, al ver su rostro con los rizos dorados me di cuenta, podía pasar perfectamente por una mujer, mi amigo era un andrógino de manual.
Las mujeres estaban fascinadas, mientras en un instante èl pasó a ser ella al colocarse un vestido playero, en lugar de su falda con volantes, que se quitó con destreza allí delante dejando al descubierto sus atributos, las mujeres se las veía muy adineradas y evidentemente el ya tenía un plan para sacar partido de la situación ...
Etiquetas: relato
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Pero qué texto más interesante, es una ventura con el jugo de fondo, y la pasión.
Un abrazo
Total. Una maravilla...
Salud
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