jueves, 17 de julio de 2025

Vermut Paraíso



Quiero compartir aquí que tengo un vicio extraño, no es ilegal, ni especialmente peligroso (aunque todo depende de a quién sigas, claro). Cuando el aburrimiento me asalta, que es más a menudo de lo que sería socialmente aceptable admitir, me meto en el metro o en un autobús cualquiera, hago de detective amateur y juego a adivinar vidas ajenas. 

Me siento delante de alguien, observo disimuladamente, su aspecto personal, su forma de ir vestido de comprortarse.

Ese lleva una carpeta azul… funcionario. 

Aquella con gafas de pasta… ilustradora frustrada. 

El del gran bigote… atracador de bancos o estafador.

Luego entro en su aspecto personal y el gusto vistiendo, cuerpo de gimnasio, maquillada, recién afeitado, esta tiene movimientos gráciles de bailarina, este es fan de futbol, con pinta de no levantarse del sillón, forma de ir vestido que también me da pistas acerca de la edad y su estado civil, soltero, casado, recién divorciado, etc.

Pueden usarse las palabras entresacadas de las llamadas del movil, las veces que consultan el relój durante el trayecto, su forma compulsiva o tranquila de permanecer en el trayecto.

Me divierte, cuando la historia es buena, la prolongo un poco más, total mucho mejor que Netflix, ya que me meto directamente en la serie, por lo tanto me bajo en su parada y sigo sus pasos discretamente, para confirmar mis pesquisas e ir añadiendo datos que corroboren mis conjeturas, siendo consciente que nunca podré llegar al final de la historia.

Entonces apareció ella.

Primavera en Barcelona, ese momento en que no sabes si salir en manga corta o con bufanda porque en cualquier caso vas a acertar y a equivocarte al mismo tiempo, domingo por la mañana, iba en la línea roja de metro, dirección 'Bellvitge'. Subió en la parada 'Plaza Catalunya', pelo castaño alborotado de forma natural (que es la forma más artificial que existe), libro bajo el brazo, “Ensayo sobre la ceguera”, de Saramago, ahí ya me ganó y auriculares amarillos.

Mi mente de detective de medio pelo se activó, periodista cultural con novio músico, pensé y la seguí discretamente.

Bajó en la parada 'Plaza España', repliqué su decisión, abandonó la plaza y subió por las amplias escalinatas que nos llevan al Palacio de Montjuic, era un día luminoso, apetecía pasear, subió los múltiples escalones a buen ritmo, estaba en forma, con paso firme  por fin se paró en el Mirador de las Escaleras, desde el cuál se ve toda la ciudad apoyába los antebrazos en la balaustrada de piedra y miraba a un punto indeterminado del horizonte, pasaron cerca de diez minutos, obviamente no tenía prisa, luego prosiguió las escalinatas hasta el Estadio Olimpico, se metió a través de uno de las múltiples zonas ajardinadas y empezó a pistear entre los árboles frondosos del parque y los setos perfectamente cuidados, en zig zag, hasta salir por los muros de la parte trasera del 'Pueblo Español', que rodeó hasta la entrada, pagó y entró, paseó esta vez sin prisas por medio de las callejas llenas de talleres y pequeños museos, interesándose por las exposiciones, haciendo fotos y siguiendo con los dedos las curvas de las piezas expuestas, en aquel momento pensé en lo dificil que es seguir discretamente a alguien sin estar burdamente expuesto, admiré la labor de los detectives profesionales mientras intentaba no coincidir con ella en un recorrido circular en el que todas las pequeñas calles confluyen, después de unas cuantas vueltas salió del recinto, recorrió otras estrechas callejas entre los parques y se plantó delante de una estrecha cancela de hierro forjado y muro de piedra tapado por enredaderas, la franqueó y después de una interminable pasarela de pizarra negra entre la hierba, apareció trás una arcada una puerta acristalada con marcos pintados de verde, un bar pequeño, de esos tan difíciles de encontrar con mesas de mármol, camareros con camisa blanca y corbata fina. 

Escrito con tiza en una pizarra en la entrada:

“Especialidad, Vermut Paraíso”.

Desapareció dentro para salir luego a la terracita al sol con una copa, ocupó una de las seís mesas, al cabo de un rato, sacó un cuaderno del bolso y empezó a escribir.

Se me acumulaban los problemas, en la terraza no había mas clientes que ella y yo, de modo que discretamente, me senté a dos mesas de distancia, en plan agente secreto de saldo pero claro, torpe como soy, sonó mi móvil (¡maldito politono!), me miró de reojo, sonrió, y volvió a lo suyo. A los cinco minutos, dejó su cuaderno, se levantó, se acercó a mi mesa y dijo:

—¿Quieres dejar de seguirme ya o prefieres que pidamos otro vermut y hagamos esto menos incómodo?

Yo quise que me tragara la tierra, pero resulta que Barcelona está fatalmente mal urbanizada para esos casos, así que sonreí como si fuera mi plan desde el principio.

—Bueno… visto así, tampoco me vendría mal un vermut.

Se sentó, pidió otro para mí, y empezó a interrogarme como si fuera ella quien jugara a descifrar vidas ajenas.

—A ver veamos… ¿periodista frustrado? ¿Escritor sin editorial? ¿O te dedicas a entrenar palomas para competiciones ilegales?

Le confesé mi afición absurda y nos reímos bastante, se llamaba Clara, era matemática, de esas que desmontan tu existencia con un par de fórmulas y una sonrisa torcida, amante del vermut y de espiar a los que espían.

Pasamos la tarde allí, al sol, entre tragos, anécdotas absurdas y teorías conspiranoicas sobre por qué el camarero llevaba bigote solo en un lado.

Y fue entonces, ya con la segunda ronda, cuando no pude evitar preguntarle qué escribía en aquel cuaderno.

—Una novela.

Me dijo, sonriendo arqueando una ceja en plan misterioso.

—Sobre un tipo que tiene la extraña costumbre de subirse al metro, seguir a desconocidos, inventarse su vida… y que acaba persiguiendo a una pobre chica que, por cierto, ya sabe que es  perseguida, pero como es un poco retorcida, se inventa sus propios motivos para justificar que la sigan.

Ahí me quedé callado, vermut en mano, viendo cómo se reía y rascaba con el bolígrafo sobre el papel.

Y por un momento, muy breve, pensé que tal vez, solo tal vez, ella también estaba siguiendo a alguien o escribiendo sobre mí o escribiendo sobre alguien que escribía sobre alguien que seguía a alguien.

 

Bar Paraíso


Vermut Paraíso. Recursivo, como la vida misma.

2 Asuntos :

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

Yo tengo una fea costumbre y es inimaginarme a la gente desnuda o alguna pareja que me resulta extraña imaginarla temiendo sexo

Clip dijo...

Bueno es normal que mientras tengamos la mente ociosa nos dediquemos a fabular a partir de pequeños detalles, aunque no lo calificaría de 'fea', en este caso yo también seria 'culpable'.
Un abrazo fuerte ოᕱᏒᎥꂅ