sábado, 19 de septiembre de 2020

Definitivamente él era invisible a los ojos de todos, aquellos que ya lo sean, saben que es algo contra lo que se puede luchar, la invisibilidad es sobrecogedora.

Cuándo hablaba en alguna tertulia, nadie le replicaba, buscaba puntos de desencuentro pero ni por esas, no ser escuchado te lleva a la frustración mas severa,  por ello no había motivo suficiente para enfadarse con alguien, en el trabajo a todo decía amén. 

- ¡Haz esto!¡Haz aquello!

Lo hacía sin rechistar, sin quejarse, ni replicar, todos pasaban a su lado sin decirle nada. No existía. Cuando iba a bañarse al rio con los jóvenes del pueblo, se tiraba de la parte mas alta del barranco para ver si alguien le felicitaba, aunque se jugara la vida nadie se daba cuenta, miraban para otro lado.

Le gustaba mucho Mónica, pero ella no le hacía caso. En el cine llegaba pronto para procurar sentarse a su lado, pero en el último momento se sentaba alguien entre los dos. Cuándo intentaba sacarla a bailar le daba calabazas, disimulaba con una fugaz sonrisa en los labios, aunque a veces reía mostrando su boca deliciosa y dientes perfectos´.

Un atardecer todo el grupo de amigos salían del cine, una voz propuso tomar una copa en un bar conocido del pueblo mas cercano, todos asintieron y sin mediar palabra todos se apresuraron a distribuirse en los coches, por las prisas Mónica subió en su coche por un descuido y a él se le cortó la respiración, puso en marcha el motor y arrancó rápidamente, no fuera que se lo volviera a pensar al verle a él de conductor y se bajase del mismo.

La tensión se podía cortar con un cuchillo afilado. Tuvo suerte en la radio sonaba "Come Away With Me por Norah Jones", intencionadamente salió de la circunvalación para tomar el camino mas largo, Mónica no decía nada, parecía que disfrutaba de la música en medio de la negrura de la noche.

El estaba disfrutando de aquella situación, estaba intentando reunir fuerzas de flaqueza para declararle que sentía cosas ahí dentro y decirle todo lo que albergaba en su mente y necesitaba decirle, pero se acabó la canción, llegaron al bar y no tuvo el valor necesario para decirle nada, cuando bajaban las escaleras antes de entrar, pensó para sus adentros "¡Ahora o nunca!".

- ¡Mónica, estoy completamente enamorado de ti!

- ¿Qué dices? ¿Qué, qué de quién?

Notaba y sentía como siempre, que ella le ignoraba.

-¡Por favor, escúchame por una vez, lo que te digo es importante!

La coge por el hombro con fuerza, quería que se le enfocasen bien sus ojos con los suyos.

-¡No te puedo sacar de mi mente!

Mónica forcejea asustada para liberarse de las manos que la tienen sometida.

- ¡Te quiero!¡Te quiero mucho! ¡Me gustaría mucho que tu también me quisieras!

Ella consigue liberarse bruscamente y cae rodando por las escaleras con tan mala suerte que su nuca golpea en la huella de mármol del último escalón, mojando de rojo oscuro el espacio bajo el que ocupa su bello rostro.

- ¡Mónica, Mónica! ¡Responde!

No responde y se da cuenta que no respira. De lo mas profundo de su garganta le sale un grito tan punzante como silencioso. 

-¡No, No por favor … !

El resto de amigos, que ya estaban dispuestos en la mesa, al oír el golpe seco giran todas sus miradas y ven a Mónica, extendida e inmóvil al pie de las escaleras. Se levantan de golpe, corren, gritan y la rodean …

Él plantado, inmóvil en el rellano superior, paralizado en shock, se mira las manos vacías y culpables.  

- La he matado. ¡La he matado yo, con estas manos!

Alguien llamó al 112, todos están excitados y no saben que hacer. Los primeros en llegar los sanitarios del SAMUR, agachados sobre el cuerpo inerte lo examinan rápidamente y mueven negativamente con resignación la cabeza. Llega la policía y disuelven la multitud que rodea el cuerpo sin vida.

- ¿Qué ha pasado? ¿Alguien ha visto algo? ¿Quién estaba aquí?

- Resbaló.

- Cayó escaleras abajo.

- Nosotros venimos del Cine.

- Seguro que ha resbalado.

- Acabábamos de pedir la bebida.

- ¿Puede ser que haya resbalado?

- ¡ Yo no he visto nada!

Todos los presentes dan su opinión y nadie se dirige a él, abatido, afligido, confuso y desconcertado, desde el rellano de las escaleras, le sale un hilo de voz triste y temblorosa.

- ¡He sido yo! ¡He sido yo!

Pero como siempre nadie le escucha, Saca fuerzas de donde no se sabe donde, ahueca la voz y grita con todas sus fuerzas.

- ¡He sido yo! ¡He sido yo!¡Con estas manos!

Pero como siempre nadie le hace caso.

Es invisible … Y no puede evitarlo.




viernes, 11 de septiembre de 2020

Lo conocí por casualidad, buscaba trabajo y tenía los ojos llorosos, las administrativas de las empresas en donde presentaba sus curriculums, tenían serios problemas para abrir archivos, utilizar el Excel y manejarse con soltura entre las redes sociales, le fastidiaba la ineptitud de los que le rodeaban, su capacidad estaba muy por encima de los entrevistadores, dominaba como pocos la informática.

El caso es que me fascinó desde el primer momento su lectura de las situaciones, sabía sacar partido de todo, de modo que no le conté que yo ya tenía un buen trabajo y le acompañé a que encontrara el suyo, quizás yo podía aportar una visión mas terrenal.

                                                                ... ooo 0 ooo ...

Quedamos en aquel lugar, cada uno con su vehículo, imposible encontrar aparcamiento de modo que nos metimos en un parking subterraneo, era interminable bajabamos planta trás planta, un coche detrás del otro, hasta que encontramos en las profundidades subterráneas un lugar para ambos.

Yo estaba perdido pero él me condujo a través de una serie de pasillos y puertas metálicas, por el interior del edificio, los sensores de alarma parpadeaban pero no acababan de dar la señal acústica, pasamos al lado de unos operarios que trabajaban distendidos y por fin nos encontramos con una puerta cerrada con un código que nos llevaba al exterior, no le costó ni dos minutos descifrarlo y abrir, era una parte de la ciudad entregada al juego y las luces, tragaperras y casinos por todas partes, una vez allí siguió con su tarea inacabable de buscar un empleo, eso si quejándose de la ineptitud manifiesta de los que debían contratarle, un bucle sin fin que ya empezaba a cansarme.

En un momento de despiste desapareció, respiré aliviado, pensé que ya lo había perdido para siempre pero apareció ahi sentado jugando a cartas entre 5 hombres, apostando unas fichas doradas,  reían y perdían sin parar, se amontonaban las piezas en su lugar, ganaba una gran fortuna, pero esas fichas eran muy voluminosas por lo que tuvo que comprar un saco para meterlas todas, seguimos paseando mientras el llevaba el gran saco buscando un cajero para canjearlas.

No se como entramos en el parking de nuevo y otra vez el lío de puertas, como él aparentemente dominaba aquel endiablado laberinto me hice cargo yo del saco de monedas.

Fuimos abriendo y cerrando puertas hasta llegar a aquella interminable escalera de mano fijada a la pared, en cada escalón había un rectángulo con un color, al lado figuraba su código y su nombre, era como un inmenso catálogo en el que había que escoger subiendo por aquella maldita escalera de mano.

... ooo 0 ooo ...

Nada tenía sentido, estaba con aquella inmensa bolsa llena de monedas detrás de él en aquella maldita escalera de mano, encaramados entre dos pisos, hasta que se paró y paralizado se quedó mirándo aquella placa con aquel color plata, diferente a todos.

Se formó un atasco en la escalera de mano, los operarios que subían detrás nuestro, dejaron de estar en silencio y empezaron a protestar, pues no parecía que fuera a salir de su ensimismamiento, la amplitud de la bolsa de las monedas no permitía el paso.

- Por favor avanza, hay un atasco en la escalera

Dije, pero su rostro estraba perlado de gotas de sudor, llevaba un vestido femenino colgado del hombro y seguía paralizado mirando el color.

Desde arriba unas mujeres bien ataviadas, estaban buscando un color desde arriba, pero reían y disfrutaban de la escena, mientras bajaban por la escalera.

Mi abultada bolsa de monedas, impedían que nadie nos adelantase en aquella minúscula escalera, de modo que hice una señal para descender, aquella maldita bolsa aparte de incómoda pesaba lo suyo.

Él se aferraba crispando las manos a la escalera con su rostro enganchado a aquél color como si alguien al dejar de mirar pudiera quitarselo. Los operarios con grandes dificultades pasaron por encima de su cabeza y desaparecieron, entonces él siguió pegado, las mujeres también bajaron con gran dificultad, esquivando su cuerpo, una vez abajo el bajó lentamente, era obvio que todos mirabamos ese color.

- Podeís escoger cualquier otro color, es obvio que este color ya tiene dueño.

Pero claro despúés de aquello las chicas solo miraban la chapa con aquel plateado excepcional, entonces el bajó lentamente.

Una de ellas exclamó:

- Fijaros, pero si lleva una falda de volantes como la que me gusta a mi

El se levantó la falda y apareció una seductora falda de volantes y encajes blanco, que destacaban sobre unas piernas bronceadas y perfectas en unas caderas estrechas y un vientre plano, al ver su rostro con los rizos dorados me di cuenta, podía pasar perfectamente por una mujer, mi amigo era un andrógino de manual.

Las mujeres estaban fascinadas, mientras en un instante èl pasó a ser ella al colocarse un vestido playero, en lugar de su falda con volantes, que se quitó con destreza allí delante dejando al descubierto sus atributos, las mujeres se las veía muy adineradas y evidentemente el ya tenía un plan para sacar partido de la situación ... 



    


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