jueves, 12 de mayo de 2022



-¡Perdonad! ¿puedo pediros algo?


Estábamos asustados, era la primera vez que íbamos a una playa nudista y nos habíamos resguardado tras unas rocas, para estar un poco a resguardo de las miradas.














De hecho desde que llegamos a Ibiza, E. me había insistido mucho en ir a una playa nudista, de modo que habíamos alquilado una vespa con mi recientemente sacado permiso de moto, cuando eres joven casi todas las cosas son la primera vez, justo lo contrario de cuando estás en el ocaso de tu vida, en que cada experiencia puede ser la última, de modo que nos dirigimos a Santa Margarita justo en el norte, técnicamente era nuestra segunda cita desde que nos conocimos por primera vez en Barcelona y la segunda que yo iba a una playa nudista, lo cuál añadía un cierto morbo en aquel trayecto por carreteras estrechas atravesando la isla, saber que íbamos a vernos totalmente desnudos, por exigencias del 'guión', me alegraba el día, de modo que pulse esa especie de bocina ridícula que tienen las vespas y ella atrapó mi pene por detrás y apretó mientras reía.

- ¡Pito por pito!, tu tocas el pito a la moto pues yo también tengo derecho.

Y así hicimos el recorrido, riendo y tocando ese zumbido, al llegar
a la playa solo había 2 parejas, unos estaban bañándose en el mar
y los otros tomaban el sol, de modo que nos fuimos desnudando hasta quedarnos en ropa interior, me excitaba su forma de mirarme, esperando que me bajase el slip, yo también la miraba a ella, sus tetas son muy pequeñas, redondas pero coronadas por unos  pezones grandes, muy oscuros que estaban totalmente enhiestos, me dieron ganas de tocarlos, pero esta visión hizo que mi pene quedase erotizado por lo que al sacarlo de su alojamiento, pareció como si de un muelle se tratase y quedó a la vista bastante imponente, noté como ella tragó saliva y se bajó sus braguitas blancas, sin perder de vista mi pene que casi la reverenciaba como un junco obediente.

Y esta situación casi mágica se vio interrumpida por la pregunta de esta chica de pelo muy negro y corto, lo que resaltaba sus grandes ojos inquisidores, con una sonrisa preciosa y que llevaba una réflex al cuello, un pequeño trípode en la mano izquierda y un bikini muy moderado de color negro.

-Tu dirás.
-Es que me encanta la fotografía, y me gustaría hacer unas fotos de vuestro cuerpo, aprovechando esta cala tan hermosa, me estaba fijando en esa cabellera afro y ahora con el contraste de tus ojos verdes, tan grandes, creo que tu novia tiene mucha fotogenia, si no os parece mal me gustaría plasmarla en unas fotos, las iba a robar con el teleobjetivo, pero prefiero ser honesta y de paso sugeriros unas poses.

Nos miramos y nos pusimos a reír, primera vez que posábamos juntos para alguien, después de esos halagos quién iba a negarse, de modo que E. (todas estas movidas le encantaban), empezó a posar, la verdad es que con la luz existente en aquella playa, entre las rocas y el contraste con el Mediterráneo los planos quedaban maravillosos, su pelo era el típico afroamericano, ensortijado, negro como el azabache que surgía de su cabeza y parecía no tener fin, por lo que en contraste con la luz sobre sus ojos verdes con el sol, parecía que tuvieran vida propia. Al cabo de varias fotos y una media hora la chica que se llamaba Emma se despidió. 

Se fue con su amiga a unos 80 metros y nosotros seguimos hablando y bañándonos en el mar, el problema es que para meterse en el mismo había que tirarse desde unas rocas y luego salir escalar un poco, lo cuál era bastante fastidioso por el musgo resbaladizo y las piedras un poco afiladas, de modo no era cuestión de entrar y salir, había que permanecer en el agua bastante rato, una de las veces me quedé mas rato en el agua mientras ella disfrutaba tomando el sol, buceando y cogiendo mejillones.
Al salir, mientras gateaba para alcanzar la orilla, apareció la fotógrafa con la reflex y el trípode, pero esta vez estaba desnuda de cintura para arriba, ocupó el poco espacio libre en mi trayectoria, empezó a sacar fotos de nuevo.

- ¿No te importa no?

Se acercó a pedirme permiso de nuevo y me pidió algunas poses mientras se alejaba y se acercaba para ir encuadrando.

-¿Puedo hacerme una foto contigo?
-¡Claro! ¡Ni que fuera famoso!

Buscó el encuadre, configuró la cámara para lanzar las fotos, se quitó la parte inferior del bikini y corrió dando ridículos saltos entre las rocas para abrazarse al pecho y sonreír ante la cámara, lo que yo no contaba es que con tanto trajín me estaba excitando, me hacía sentír incómodo pues cuando uno está desnudo, hay cosas que no se pueden disimular.

Esto la divertía, cada viaje a la cámara con saltitos entre las rocas me estaba poniendo a 1.000 y ella provocaba poses mas íntimas, colocando la mano abierta tocando el muslo, abrazándose o haciendo que yo pasara mi mano por sus caderas desnudas.

Lo siguiente de esta historia fue una cabeza llena de pelo afro y ojos verdes furibundos apareciendo entre las rocas, se fue la concentración de repente. Algo debió olerse la fotógrafa que salió pitando de allí.

-¿Pero se puede saber que estabas haciendo tú ahora con esa tía?

E. Se fue con la vespa, con la ropa y con mi dignidad, ahí descubrí por primera vez que ella tenía un carácter bastante fuerte, mientras me quedé solo en aquella maldita playa.
La fotógrafa me dio la tarjeta de su estudio en una localidad cercana en Barcelona pero preferí no ir nunca a recoger las fotos, aunque me pregunto cuál sería el destino final de las mismas ...







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