Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Definitivamente él era invisible a los ojos de todos, aquellos que ya lo sean, saben que es algo contra lo que se puede luchar, la invisibilidad es sobrecogedora.
Cuándo hablaba en alguna tertulia, nadie le replicaba, buscaba puntos de desencuentro pero ni por esas, no ser escuchado te lleva a la frustración mas severa, por ello no había motivo suficiente para enfadarse con alguien, en el trabajo a todo decía amén.
- ¡Haz esto!¡Haz aquello!
Lo hacía sin rechistar, sin quejarse, ni replicar, todos pasaban a su lado sin decirle nada. No existía. Cuando iba a bañarse al rio con los jóvenes del pueblo, se tiraba de la parte mas alta del barranco para ver si alguien le felicitaba, aunque se jugara la vida nadie se daba cuenta, miraban para otro lado.
Le gustaba mucho Mónica, pero ella no le hacía caso. En el cine llegaba pronto para procurar sentarse a su lado, pero en el último momento se sentaba alguien entre los dos. Cuándo intentaba sacarla a bailar le daba calabazas, disimulaba con una fugaz sonrisa en los labios, aunque a veces reía mostrando su boca deliciosa y dientes perfectos´.
Un atardecer todo el grupo de amigos salían del cine, una voz propuso tomar una copa en un bar conocido del pueblo mas cercano, todos asintieron y sin mediar palabra todos se apresuraron a distribuirse en los coches, por las prisas Mónica subió en su coche por un descuido y a él se le cortó la respiración, puso en marcha el motor y arrancó rápidamente, no fuera que se lo volviera a pensar al verle a él de conductor y se bajase del mismo.
La tensión se podía cortar con un cuchillo afilado. Tuvo suerte en la radio sonaba "Come Away With Me por Norah Jones", intencionadamente salió de la circunvalación para tomar el camino mas largo, Mónica no decía nada, parecía que disfrutaba de la música en medio de la negrura de la noche.
El estaba disfrutando de aquella situación, estaba intentando reunir fuerzas de flaqueza para declararle que sentía cosas ahí dentro y decirle todo lo que albergaba en su mente y necesitaba decirle, pero se acabó la canción, llegaron al bar y no tuvo el valor necesario para decirle nada, cuando bajaban las escaleras antes de entrar, pensó para sus adentros "¡Ahora o nunca!".
- ¡Mónica, estoy completamente enamorado de ti!
- ¿Qué dices? ¿Qué, qué de quién?
Notaba y sentía como siempre, que ella le ignoraba.
-¡Por favor, escúchame por una vez, lo que te digo es importante!
La coge por el hombro con fuerza, quería que se le enfocasen bien sus ojos con los suyos.
-¡No te puedo sacar de mi mente!
Mónica forcejea asustada para liberarse de las manos que la tienen sometida.
- ¡Te quiero!¡Te quiero mucho! ¡Me gustaría mucho que tu también me quisieras!
Ella consigue liberarse bruscamente y cae rodando por las escaleras con tan mala suerte que su nuca golpea en la huella de mármol del último escalón, mojando de rojo oscuro el espacio bajo el que ocupa su bello rostro.
- ¡Mónica, Mónica! ¡Responde!
No responde y se da cuenta que no respira. De lo mas profundo de su garganta le sale un grito tan punzante como silencioso.
-¡No, No por favor … !
El resto de amigos, que ya estaban dispuestos en la mesa, al oír el golpe seco giran todas sus miradas y ven a Mónica, extendida e inmóvil al pie de las escaleras. Se levantan de golpe, corren, gritan y la rodean …
Él plantado, inmóvil en el rellano superior, paralizado en shock, se mira las manos vacías y culpables.
- La he matado. ¡La he matado yo, con estas manos!
Alguien llamó al 112, todos están excitados y no saben que hacer. Los primeros en llegar los sanitarios del SAMUR, agachados sobre el cuerpo inerte lo examinan rápidamente y mueven negativamente con resignación la cabeza. Llega la policía y disuelven la multitud que rodea el cuerpo sin vida.
- ¿Qué ha pasado? ¿Alguien ha visto algo? ¿Quién estaba aquí?
- Resbaló.
- Cayó escaleras abajo.
- Nosotros venimos del Cine.
- Seguro que ha resbalado.
- Acabábamos de pedir la bebida.
- ¿Puede ser que haya resbalado?
- ¡ Yo no he visto nada!
Todos los presentes dan su opinión y nadie se dirige a él, abatido, afligido, confuso y desconcertado, desde el rellano de las escaleras, le sale un hilo de voz triste y temblorosa.
- ¡He sido yo! ¡He sido yo!
Pero como siempre nadie le escucha, Saca fuerzas de donde no se sabe donde, ahueca la voz y grita con todas sus fuerzas.
- ¡He sido yo! ¡He sido yo!¡Con estas manos!
Pero como siempre nadie le hace caso.
Es invisible … Y no puede evitarlo.
Lo conocí por casualidad, buscaba trabajo y tenía los ojos llorosos, las administrativas de las empresas en donde presentaba sus curriculums, tenían serios problemas para abrir archivos, utilizar el Excel y manejarse con soltura entre las redes sociales, le fastidiaba la ineptitud de los que le rodeaban, su capacidad estaba muy por encima de los entrevistadores, dominaba como pocos la informática.
El caso es que me fascinó desde el primer momento su lectura de las situaciones, sabía sacar partido de todo, de modo que no le conté que yo ya tenía un buen trabajo y le acompañé a que encontrara el suyo, quizás yo podía aportar una visión mas terrenal.
... ooo 0 ooo ...
Quedamos en aquel lugar, cada uno con su vehículo, imposible encontrar aparcamiento de modo que nos metimos en un parking subterraneo, era interminable bajabamos planta trás planta, un coche detrás del otro, hasta que encontramos en las profundidades subterráneas un lugar para ambos.
Yo estaba perdido pero él me condujo a través de una serie de pasillos y puertas metálicas, por el interior del edificio, los sensores de alarma parpadeaban pero no acababan de dar la señal acústica, pasamos al lado de unos operarios que trabajaban distendidos y por fin nos encontramos con una puerta cerrada con un código que nos llevaba al exterior, no le costó ni dos minutos descifrarlo y abrir, era una parte de la ciudad entregada al juego y las luces, tragaperras y casinos por todas partes, una vez allí siguió con su tarea inacabable de buscar un empleo, eso si quejándose de la ineptitud manifiesta de los que debían contratarle, un bucle sin fin que ya empezaba a cansarme.
En un momento de despiste desapareció, respiré aliviado, pensé que ya lo había perdido para siempre pero apareció ahi sentado jugando a cartas entre 5 hombres, apostando unas fichas doradas, reían y perdían sin parar, se amontonaban las piezas en su lugar, ganaba una gran fortuna, pero esas fichas eran muy voluminosas por lo que tuvo que comprar un saco para meterlas todas, seguimos paseando mientras el llevaba el gran saco buscando un cajero para canjearlas.
No se como entramos en el parking de nuevo y otra vez el lío de puertas, como él aparentemente dominaba aquel endiablado laberinto me hice cargo yo del saco de monedas.
Fuimos abriendo y cerrando puertas hasta llegar a aquella interminable escalera de mano fijada a la pared, en cada escalón había un rectángulo con un color, al lado figuraba su código y su nombre, era como un inmenso catálogo en el que había que escoger subiendo por aquella maldita escalera de mano.
... ooo 0 ooo ...
Nada tenía sentido, estaba con aquella inmensa bolsa llena de monedas detrás de él en aquella maldita escalera de mano, encaramados entre dos pisos, hasta que se paró y paralizado se quedó mirándo aquella placa con aquel color plata, diferente a todos.
Se formó un atasco en la escalera de mano, los operarios que subían detrás nuestro, dejaron de estar en silencio y empezaron a protestar, pues no parecía que fuera a salir de su ensimismamiento, la amplitud de la bolsa de las monedas no permitía el paso.
- Por favor avanza, hay un atasco en la escalera
Dije, pero su rostro estraba perlado de gotas de sudor, llevaba un vestido femenino colgado del hombro y seguía paralizado mirando el color.
Desde arriba unas mujeres bien ataviadas, estaban buscando un color desde arriba, pero reían y disfrutaban de la escena, mientras bajaban por la escalera.
Mi abultada bolsa de monedas, impedían que nadie nos adelantase en aquella minúscula escalera, de modo que hice una señal para descender, aquella maldita bolsa aparte de incómoda pesaba lo suyo.
Él se aferraba crispando las manos a la escalera con su rostro enganchado a aquél color como si alguien al dejar de mirar pudiera quitarselo. Los operarios con grandes dificultades pasaron por encima de su cabeza y desaparecieron, entonces él siguió pegado, las mujeres también bajaron con gran dificultad, esquivando su cuerpo, una vez abajo el bajó lentamente, era obvio que todos mirabamos ese color.
- Podeís escoger cualquier otro color, es obvio que este color ya tiene dueño.
Pero claro despúés de aquello las chicas solo miraban la chapa con aquel plateado excepcional, entonces el bajó lentamente.
Una de ellas exclamó:
- Fijaros, pero si lleva una falda de volantes como la que me gusta a mi
El se levantó la falda y apareció una seductora falda de volantes y encajes blanco, que destacaban sobre unas piernas bronceadas y perfectas en unas caderas estrechas y un vientre plano, al ver su rostro con los rizos dorados me di cuenta, podía pasar perfectamente por una mujer, mi amigo era un andrógino de manual.
Las mujeres estaban fascinadas, mientras en un instante èl pasó a ser ella al colocarse un vestido playero, en lugar de su falda con volantes, que se quitó con destreza allí delante dejando al descubierto sus atributos, las mujeres se las veía muy adineradas y evidentemente el ya tenía un plan para sacar partido de la situación ...
Etiquetas: relato
Era un juego fácil con que entretener las horas muertas, en que se veía sumergido, obligado a permanecer en las salas de espera de los aeropuertos. Era sencillo, se trata de sentarse cerca de cualquier persona elegida al azar y que también aguarda la salida del avión. Tan cerca como se permita observar todos los detalles de la vestimenta y tan lejos para no incomodar con la presencia, un equilibrio entre los dos mundos, análisis de accesorios, equipaje de mano que pudiese llevar consigo, periódico, noticias que lee, libros, todo está permitido, con estos ingredientes se confecciona un retrato robot de dicha persona y la historia presente que lo relaciona. Fragmentos de alguna conversación por el móvil son admitidos, a pesar de sólo disponer de la parte hablada del 'espiado', su volumen, tono, acento, dicción y la parte de lenguaje no verbal complementan la diagnosis final, con elementos adicionales con los que con una dosis de imaginación, queda inventado un personaje, con profesiones e incluso, estados anímicos, con un tanto de probabilidad de alejadamiento de la realidad, pero la escasa posibilidad de acierto.
Como estás haciendo tu amable lector con este pequeño fragmento introductorio, sobre el protagonista y cómo no con el autor.
- ¿Se puede saber que haces?
- Quiero invitarte a algo.
- ¿Invitarme? ¿Acorralarme en el baño y encerrarme aquí es una invitación? ¡Apártate por favor y déjame salir de aquí!.
- Soy cliente de este local, no seas estúpida conmigo, solo quiero que te sientas bien.
- ¿Pero tu eres gilipollas? ¡Haz el favor de apartarte de la puerta!
Etiquetas: discoteca , droga , guardaespaldas , relato
Olga estaba delante del ordenador, chafardeando las novedades de su grupo de Facebook, llevaba media hora pero no estaba sola, le acompañaba una botella de tekila, la noche estaba resultando aburrida, de repente, simultaneamente le aparecieron tres privados, contestó con educación siguiendo el protocolo del orden de llegada de los mensajes y fue contestando uno por uno, las conversaciónes no eran ni llamativas ni originales, uno le preguntó solicito por sus pies, otro por su estado civil, dirección postal y si estaba sola, sentada o acostada, otro quiso saber sobre su edad, salario y medidas del busto, dándole todos sus nicks del skype y el número de teléfono movil, intentaban captar su atención con preguntas y ambiguedades, estaba a punto de salir hastiada, de repente en el margen superior derecho un aviso le marcaba un privado ....
Mientrás expandía mecanicamente la ventanita, pensó, otro pesado mas (mas de lo mismo pensó), ¿cuál seria su estrategia para llamarle la atención? esta vez al menos hubo un 'hola' cordial, esta vez fue ella la que se interesó por el nombre, puesto que no estaban hablando de nada, por cortesía intercambiaron sus nombres, pero al decirle el nombre Slater, se le abrieron los ojos como platos, no podía ser, ese nombre lo asociaba con muy buenos recuerdos por dos personas muy cercanas y que curiosamente se llamaban así, por otra parte la rareza del nombre hace sea una curiosa e intrigante casualidad, uno era un amigo con el que hubo muchas risas y complicidades que desembocaron en la cama, una sola e inolvidable vez, luego se perdieron el rastro.
Se lo hizo saber a su interlocutor, ante esta casualidad èl le preguntó si el nombre era como la etiqueta que marcaba comportamientos futuros, en base a conocimientos pasados, una especie de llave que abría o cerraba su interior, Olga le mintió diciendo que nunca tuvo amantes llamados Slater, no quería ponerselo tan facil, quería probar como era realmente.
Se revelaron amantes de la literatura y decidieron crear un relato a partir de las conclusiones que sacaban el uno del otro de su pequeña charla. Slater recopiló la primera parte que hemos leido hasta aquí y Olga le fue recriminando que lo rellenarar con tantas cosas de su cosecha.
-Slater: es un relato, no lo chafes era una mera ensoñación.
-Olga: ah vale, tienes razón, me quedaré con esta coincidencia.
Pero se quedó muy pensativa.
Sonó el timbre de la puerta, se levantó de la silla y abrió la puerta, un repartidor de butano estaba al otro lado con una botella al hombro, llevaba una etiqueta bordada en el mono naranja en la que se podía leer 'Slater', se quedó tan traspuesta que dejó que le dejase la botella con el aturdimiento (ella tiene gas, pero bueno) y volvió dando traspiés hasta su estudio, aquel repartidor le recordó a alguien que podia ser una persona que conocio dias atras en el mercado y que muy amablemente le dio una agradable conversacion mientras esperaban en el exterior del super por lo del confinamiento, le gustaba la literatura y escribía por lo que ella le prestó atención.
¿Qué estaba pasando?
Ahora de nuevo frente su teclado, hablando con un desconocido, que también decía llamarse Slater, entonces sucedió algo francamente misterioso, le vino un flash de su profesora de literatura, le enseñaba que los puntos suspensivos eran como un comodín en los que se podía uno imaginar cualquier cosa, un recurso que indicaba el paso del tiempo. No se porque pensó en 4 de esos puntos gigantes en su mente.
-Slater: ....
Sin escribir nada más
-Olga: ¿Mierda me lees la mente? ¿Cómo has sabido que pensaba en 4 puntos suspensivos? ¿Cómo lo has sabido?
-Slater: Porque sabía que pensabas en ellos
-Olga: es verdad, confesó.
Quedó extrañada y a la vez intrigada, su desconfianza le llevó a pensar en algún conocido de su círculo íntimo, que le estuviese gastándo una broma macabra, pero eso no la libraba de su ambiciosa curiosidad. Siguieron con una bonita y agil conversacion, en la que sin preguntas directas, supieron informacion uno del otro y hasta se escapó alguna sonora carcajada, surgió espontaneamente, dos totales desconocidos que sin embargo se conocian sin saber como, ella empezó a bromear, abriendo las barreras que siempre acostumbraba a colocar.
Pero Slater no queria impresionarla, no estaba interesado en gustarle, mas bien al contrario, le colocaba contestaciones que rozaban la indiscreción, o hacía parodias de si mismo, pero todo lo que allí se escribía se transformaba en giros divertidos, el mundo paralelo se fue abriendo y Slater solo disfrutaba leyendo lo que Olga escribía y ella estaba encantada con cada frase que emergía de aquella pantalla, se utilizó alguna tecnica chatera que otra, para desvelar secretos el uno del otro, para saber que tenia un blog olvidado, muy íntimo y publicado en Internet, vendiendo futuro literario del bueno.
Quizás ese desinterés aparente de Slater, empeñado en no gustar a Olga era lo que a ella le atrajo y le hizo seguir gustosa esa conversacion.
Slater se comportaba con la seguridad y el descaro de conocerla de antemano, Olga no coqueteaba con Slater pero a el le gustaba saber que ella estaba intentando seducirle y quizás a ella tambien en sus respectivos escudos de ironías e indiferencias, pero enganchados freneticamente a sus respectivos ordenadores.
Olga es una persona cansada de la mentira y las tonterias de las palabras y frases comodín que se dicen a todas cuando solo lo que persiguen es obtener una dirección de skype para cam, fotos o una llamada telefónica.
De modo que Olga le hizo creer sin mucho empeño que llevaba unas bragas altas de abuela y que era monja de clausura para matar el elemento externo de la pasión pero ni con esas dejaron de hablar mientras el exterior se difuminaba en sombras.
Slater también misteriosamente acertó su color favorito (verde) y entonces ella dejó que su imaginación volará indicandole el color de su cabello (rubio) y el color de su piel y en lo bien que qedaba el contraste que representaba dicho color.
De repente y sin saber como se vio jugando con el, hablando de los colores de ropa (tangas para él), era un 'hombre' que se le va a hacer, imaginaba mejor los colores en forma de tangas ...
Pero ya había caído en su trampa taimada,y sin saber como acabó disfrutando al describir sus actuales braguitas de color negro y encajes.
Acabaron decribiéndose el uno al otro, el como hombre, tramposo por naturaleza no se fijo en las normas y dejó que la conversación fuera expandiendose como el agua en una cesta de mimbre recorriendo todos los rincones inexplorados.
Olga dejó que Slater siguiera hablándole del tono blanquecino de su piel y fantasear con todas las posibles combinaciones de su piel con los colores del arco iris, menos el amarillo se apresuró a decir, para luego echarle el jarro de agua fria y decirle que no estaba en ropa interior ni mucho menos, le gustaba hacerle padecer (era mujer), aunque ya sabía preocupada que no estaba con un hombre normal y sus sueños serian los suyos, si no ponía remedio, era un don y una maldición, al fin y al cabo se llamaba Slater y no estaba dispuesta que ese nombre decayese en su favorable percepción.
No se si los sufridos lectores sacarán la conlusión de si estuvo acertado seguir la historia de dos niks que un miércoles por la tarde coincideron en un chat.
Dos extraños no tan extraños, que tal vez nunca mas juntarian sus vidas pero compartieron un relato, que una vez desarrollado en 200 páginas, se convertiria en premio Planeta, un Best Seller de éxito titulado 'Confinados en un Chat'.
200.000 € de premio con los cuales Slater tiene un problema, aparte de que el 55 % se lo lleva crudo Hacienda, Slater quiere encontrar desesperadamente a la chica de las bragas verde oliva, para darle su parte y sentirse bien, pero solo sabe que Olga es una buena profesora que siempre resuelve los problemas de sus alumnos, tiene un plan infalible, de momento se ha disfrazado de butanero, con su nombre en el mono naranja de trabajo, va casa por casa hasta que encuentre a Olga.
Olga que paseando encontró ese libro en un centro comercial y vió su tremendo éxito, pensó que haría un esfuerzo y se compraria unas braguitas verdes y se haría llamar a partir de ahora Olga (su nombre real es Minerva)
Olga la de las bragas verdes
Desde hace algún tiempo cuando abre la puerta al butanero (y eso que tiene gas), se abre el albornoz, para que se pueda ver su tanga verde, mientras se ha corrido la voz y todos los butaneros se pelean por ir a entregarle la botella.
Poca gente en la calle, personas con miradas furtivas, describiendo curvas sin sentido para esquivarse mutuamente, me recuerad un Pin Ball gigante, breves saludos con los ojos, silencios lacerantes y aproximaciones imposibles, colas de personas destacando sobre el gris de las aceras, separados en círculos imaginarios, la cabeza baja, mirándo el suelo, silencio lacerante de muertos, las víctimas mortales lejos, olvidados de todos, sus cuerpos inertes aislados con silicona, no existen para los informativos orwelianos estatales, solo saltos de alegría con los recuperados, cumpleaños bailes, canciones y aplausos en los balcones, la televisión un engaño huidizo de la realidad.
Pero ya no está en ese súpermercado, ya salió, angustiado con la musculatura tensa y encogida, bien pegada a los huesos tratando de digerir ese desayuno de sensaciones nunca antes ingeridas. Las rumia y las mastica bien, ahora es rápido llegar a cualquier parte, puede oir su propia respiración bajo la mascarilla.
Ella sale a recibirlo, que suerte, se dice a si misma, qué suerte la compañía, saberse esperada, quiere decírselo, así con esas palabras, pero no puede, la necesidad de desahogo es tal que no le deja ni sonreír para darle las gracias por estar ahí, dentro de su casa salvadora, al lado de la línea segura de la vida.
Esa línea separa el dentro del fuera, es la última parte del plan, una línea en la que a él le toca jugar fuera, ella juega dentro, recibiendo todo lo desinfectado, sacando las lechugas de la bolsa en la que estaban envasadas o trayendo los botes abiertos para derramar su contenido dentro. Su terreno es el limpio, el de él es el posible contaminado, el mortal.
- ¿Había mucha cola?
- Más de la que esperaba.
- ¿Iban todos protegidos?
- Un poco de todo, unos tapados como moros y otros totalmente relajados, sin mascarillas ni nada, yo cogí los guantes nada mas entrar.
Se saca la ropa y la deja en una caja de cartón en el descansillo antes de traspasar la puerta, pueden verlo los vecinos pero da igual, la prioridad es mantener un espacio seguro detras de la puerta de entrada, calzoncillos, calcetines aterrizan por encima y por último las deportivas que van a otra caja de plástico, como si fuera la cámara de descompresión de una nave espacial. Pasa desnudo por delante mientras ella le mira divertida mientras cierra la puerta y se acerca al baño, ya cogerán las cajas mañana para meter su contenido directamente en la lavadora.
Ella limpia las verduras con un chorro de agua caliente, los envases, plátanos y manzanas, mientras él frota su piel, mirando como le cae el agua sobre el pelo y se escurre por todo el cuerpo.
Etiquetas: confinamiento , relato
-Entré de puntillas sin hacer ruido.
-No se como estaban las llaves de su apartamento en mi bolsillo derecho de la gabardina, ni porqué la dirección estaba escrita en mi antebrazo con tinta indeleble.
-Dejé la maleta en la entrada.
-Atravesé el pasillo como si me conociera la distribución de la casa de memoria y la encontré a ella, de
espaldas, afanándose en la corrección de unos textos en el ordenador.
-Me quedé un buen rato apoyado en el marco de la puerta admirándola, su espalda se movía acompasadamente mientras hablaba sola y tecleaba con rapidez.
-Me acerqué y con la mano izquierda tapé sus ojos.
-Fue curiosa su reacción, no dió un respingo, ni gritó, parecía que lo estuviera esperando.
-Luego .... noté como sonreía.
-Puse mi boca entre su cuello y su oído y siseé para que guardara silencio.
-Metí mi mano derecha debajo de su blusa blanca y alcancé la tela de su sujetador con los dedos, recorrí brevemente aquellos pechos turgentes, siguiendo el acabado de su lencería, acaricié su piel colando dos dedos bajo la tela..... suspiró levemente.
-A través de su cuello y el escote abierto me llegó una tibia ola de calor, procedente de su cuerpo, sus mejillas estaban encendidas y las aletas de la nariz temblaban como mis piernas ahora, ¡Dios como la quería! ...... me incliné por detrás para besarla y no pude reprimir mi curiosidad para leer lo que estaba escribiendo con tanto ahínco.
-Di un salto hacia atrás asustado, el texto empezaba así:
"Entré de puntillas sin hacer ruido.
No se como habían aparecido las llaves de su apartamento en mi bolsillo de la gabardina, ni porqué la dirección estaba escrita en mi antebrazo con tinta indeleble.
Dejé la maleta en la entrada. Atravesé el pasillo como si me conociera la distribución de la casa de memoria y la encontré, de
espaldas, afanándose en la corrección de unos textos en el ordenador.
Me quedé un buen rato apoyado en el marco de la puerta admirándola, su espalda se movía acompasadamente mientras hablaba sola y tecleaba con rapidez."
-De este modo tan cruel comprendí con horror que no existía, era un personaje producto de una mente alambicada, pero ya era un poco tarde solo pude sentir el mazazo de 2 teclas sobre mi piel como un tatuaje infernal....
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y ya no recuerdo nada más, solo que ... entré de puntillas sin hacer ruido ......
Etiquetas: cuento , recursividad
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